A 6,570 días del levantamiento armado del EZLN/XII [Gaspar Morquecho]

II. En la Selva Lacandona.
A ritmo de cumbia: ¡Agárrense cabrones!
“En el EZLN, las mujeres aguantamos más que los hombres”: Irma, la capitana.
De verdad que la selva depara sorpresas. Al día siguiente (4 de marzo), -al rayar el alba y entre  verdes montañas y un concierto de aves canoras-, nos levantamos para seguir la siguiente rutina: Primero. Tomamos un saludable y refrescante baño en una pequeña cascada de cristalinas aguas, seguramente, de algún manantial cercano. Segundo. Hicimos una hora y media de Hata Yoga (meditación, respiración, relajación y asanas). Tercero. Tomamos un desayuno a base de frutas de la selva tropical con yogurt elaborado con leche de jabalina, miel de abejas salvajes y una infusión de té yogui. Cuarto. Después de 5 minutos de reposo, hicimos una caminata de una hora con los pies descalzos. Media hora para tomar la energía de la tierra y media hora la del universo. Quinto. Con esa energía iniciamos 2 horas de estudio. Nos dieron unos pequeños libritos rojos eran: las Citas… (¿?)…¡Sorpresa!… Eran las Citas del Caballero Andante. La metodología de la jornada de estudio fue la siguiente: a) lectura y reflexión individual, b) socializar en el grupo la reflexión individual y, c) elaborar una tesis provisional colectiva. Esa mañana nos dieron a estudiar dialéctica, la del Caballero de la Triste Figura contenida en la frase: Estuve loco, pero ya estoy cuerdo. ¿Saben a que llegamos?… La tesis única, provisional y colectiva de los chiltakeros fue: Dialécticamente, el Caballero Andante, en veces estaba loco y en veces estaba cuerdo… Al escucharnos los compas zapatistas nos vieron con benevolente compasión.
¡Mentira! Ayer por la tarde las/os insurgentas/es nos hicieron el honor de invitarnos a la mesa zapatista. Como a las 4 de la tarde entramos a su cocina y, en torno al fogón, nos sirvieron sendas tazas con frijol y arroz, también, unos buenos trozos de carne seca azada al carbón, que estaba de pelos, y café. El Comején y yo quedamos viendo y decidimos compartir entre los dos una de las abundantes tazas de comida. Eso sí, de la carne ni dijimos nada. Le pegamos con filo.
Las/os insurgentes sintonizaban la más revolucionaria de las estaciones de radio, la  XEOCH que transmitía desde la cabecera de Ocosingo. Como recordarán, esa  estación fue tomada por los rebeldes el 1 de enero y desde ahí transmitieron la grabación de la Declaración de Guerra. Ahora escuchaban las melodiosas, pegajosas, mono rítmicas y movidas cumbias. La de más pegue: Ni cuerpo ni corazón.
Si la cumbia se me hiciera de luto
solamente que se fuera el cumbión
si la cumbia llorara como vela
solamente que se fuera el cumbión…

Horas antes de la comida tuvimos la primera charla con las/os insurgentes y las historias de los peones acasillados, la lucha por la tierra que es nuestra “madre tierra y, como gritó Zapata, es de quien la trabaja, pero se les quedó a los finqueros. Nos humillaron los ricos y nuestros abuelos murieron en las fincas.” El grupo de insurgentes estaba sentado sobre una viga y recargados en una pared de tablas. La capitana Irma permaneció de pie, disfrutando de una naranja y atenta a lo que decían sus subordinados. La charla se centró en los antecedentes del EZLN: “En 1972, muy lentamente nació la Kiptic. No había comunicación y tuvieron que pasar unos 10 o 15 años. Fue Jaime  el primero que empezó a hablar de la lucha armada -Jaime Soto, era militante de la organización político militar Unión del Pueblo (UP)-, y aunque Jaime trató de seguir con ella (la lucha armada), ya no pudo. Los otros (militantes de la UP) optaron por la lucha económica y se olvidaron de la política y de lo militar. Jaime murió hace unos cuatro años, al parecer, lo mataron en una comunidad. (Jaime murió al caer la avioneta en la que viajaba). El EZLN nació el 17 de noviembre de 1983, cuando el “primer núcleo guerrillero vino de la ciudad”. Sin embargo, algunos contaron que el primer grupo guerrillero chiapaneco “creció en 1968, en algún rancho, a saber dónde. Parece que en El Chilar pero los descubrieron y allí murieron algunos compañeros. Fue cuando pensaron adentrarse a la selva”. Otro le siguió, “mi papá supo que se estaban juntando compañeros…”  Irma, hablando en tzeltal, lo interrumpió y quedó mudo. Otros le entran al quite y continuaron con la historia de agravios: “A la gente le pagaban 3 pesos por un trabajo de 6 a 6, de sol a sol, pero antes les pagan 15 centavos. No los dejaban salir de las fincas. La ropa, los caites (huaraches), el maíz, el frijol, quedaban apuntados en la lista de raya y de los prestamistas. Había que hacer trabajo semanal gratis para el patrón y los castigos eran duros. Hace poquito todavía golpeaban a la gente con la verga del toro. ‘Indio pendejo’, ‘haragán’, mentaban nuestras madres. ‘¡Indios verga!’, nos gritaban, mientras nosotros trabajábamos y ellos se enriquecen. Luego el salario subió a 5 mil el mes, pero si el patrón alegaba que el trabajo no servía, nos castigaba y pagaba la mitad”.
si la cumbia llorara su pena
solamente que se fuera el cumbión
si la cumbia no tiene cuerpo
si la cumbia no tiene corazón
En el relato de los combatientes se incluyó a la ARIC Unión de Uniones (Asociación Rural de Interés Colectivo). Uno de los dirigentes, Lázaro Hernández, (Ex jefe zapatista, ex Thunel de Thuneles, ex jefe de la ARIC, diputado federal  -por el PRI-, electo en 1994): “aprovechó la fuerza de los compañeros para desviarla hacia los proyectos productivos y la lucha por la tierra. Era volver a lo mismo… Además, de pura palabra no entienden las autoridad
es… La guerra es el último camino.” También hablaron del general Absalón Castellanos, ex gobernador de Chiapas (1985-1989): “Llegó a matar gente en (la comunidad) La Estrella, a quemar casas y desaparecer a la gente. Pero ahora, cuando lo hicimos prisionero el 1 de enero, ya vio nuestra fuerza. No hubo que esperar muchos días.” Comentaban contentos, sin embargo, Irma volvió a llamarles la atención y la charla se entrampó en una repetición de sus demandas: Tierra, techo, trabajo, salud, educación… justicia, libertad, democracia, independencia y paz.
Intervino Nacho, un joven de 19 años, ingresó al EZLN a los 14. “Yo lo miré de mi familia, estaba pobre, jodida, sin zapato. Por eso me ingresé. Aquí los mandos nos enseñan.” La rutina de este ejército popular parece monótona: A las 6:30 comienza el entrenamiento; a las 8:30 el almuerzo. Siguen los trabajos de limpieza de los espacios, los preparativos de la comida y el mantenimiento de las armas. A las 16:30 se hace la comida. Sigue la hora del descanso y después las guardias.
si la cumbia no tiene cuerpo
si la cumbia no tiene corazón….
ni tiene cuerpo ni tiene corazón
ni tiene cuerpo ni tiene corazón…..
Por fin intervino Irma. Comentó lo que les “costó” a las mujeres aprender a mandar y a los hombres a “obedecer” a las mujeres: “En las comunidades siguen mandando los hombres, aunque las cosas han cambiado. Buscamos la igualdad de la mujer. Que tengan libertad y escojan a su pareja, porque ahora las venden cuando son pequeñas. En el EZLN las mujeres aguantamos más que los hombres. Ellos se regresan a su casa porque están acostumbrados a hacer lo que se les pega la gana.” Un joven insurgente, que escuchaba a su jefa, vencido, estiró las piernas, agachó la cabeza y  la movía negando sin atreverse a hacer un desmentido verbal.
Las mujeres zapatistas tenían una plataforma jurídica a su favor: la Ley Revolucionaria de Mujeres.
“En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a las mujeres en la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso a cumplir y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la revolución. Además, tomando en cuenta la situación de la mujer trabajadora en México, se incorporan sus justas demandas de igualdad y justicia en la siguiente LEY REVOLUCIONARIA DE MUJERES.
Primero.- Las mujeres (…) tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria (…)
Segundo.- (…) tienen derecho de trabajar y recibir un salario justo.
Tercero.- (…) a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.
Cuarto.- (…) a participar en los asuntos de la comunidad y tener cargos, si son elegidas libre y democráticamente.
Quinto.- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a ATENCIÓN PRIMARIA en su salud y alimentación.
Sexto.- Las mujeres tienen derecho a la educación.
Séptimo.- Las mujeres tienen derecho a elegir a su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.
Octavo.- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán castigados severamente.
Noveno.- (…) podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.
Décimo.- (…) tendrán todos los
Empezó a oscurecer. Se hacía de noche. Momento propicio para descansar el arma y sacar las guitarras. Suenan los requintos desafinados y las voces desentonadas de los insurgentes:
Soldados insurgentes somos
Buscando la revolución
Y ellos quieren pelear
Junto con los milicianos
17 de noviembre venimos a celebrar
De las insurgentas no escuchamos ni una nota de la. ¿Qué, las mujeres no cantan? Les preguntamos. “Es que no somos artistas”, contestaron con una sonrisa en los labios.
Entramos al dormitorio entre el alboroto por el acomodo provisional de nuevas literas. Al fin, nos tendimos cuan largo es nuestro espigado y atlético cuerpo. Se suponía que era la hora de dormir, sin embargo, las insurgentas no paraban de hablar de sus experiencias: que si el coyote… que si tenía miedo… que si el amate… que si le dio coraje… que no molestes pu’e… Hablaban muy bien la castilla, a diferencia de la mayoría de los indios. Allá afuera, las insurgentas de la guardia seguían con su bulla en la intendencia (cocina) con el fondo musical de Reinalda.
Reinalda, Reinalda
Ya quítate tu minifalda
Pues cuando bailas a go go-go go
Se te mira hasta la espalda
Mientras, en la montaña, las chicharras hacían su propia bulla… saber a qué hora quedé dormido. Empezaba a clarear cuando nos levantamos y del Sub ni sus luces. Informal. Impuntual. Se cree mucho. Total, qué más da. Él se lo pierde…Ni queríamos… Las montañas se perfilan con la salida del ch’ultotic (el padre sol). Las aves se desperezan agitando el plumaje. Hay gritonas. Hay canoras. La media luna y estrella del Islam nos acompaña desde el cielo. De la cocina salía, incontenible, la música de la cumbia que tararean las insurgentas mientras hacen una sopa.
si la cumbia llorara su pena
solamente que se fuera el cumbión
si la cumbia no tiene cuerpo
si la cumbia no tiene corazón
A la hora de las noticias escuchamos las estupideces de Talamantes, ese del Ferrocarril. Igual que el Hugo, de la Chiltak, proponía que su partido fuera el brazo político del EZLN. A López Moreno, el gobernador sustituto, le preocupaba la “tardanza de la consulta”. Los presos en la cárcel de Comitán seguían en huelga de hambre. El estúpido del presidente del Tribunal Superior de Justicia declaró que “esperaba que se murieran unos dos presos para que sirviera de escarmiento”. En Bochil, seguía tomada la presidencia por los campesinos.
Después del plantón del Sub, pasamos el día escuchando las historias de los combatientes, escuchando canciones, corridos zapa
tistas, viendo carneros descarriados y a su pastora, una mujer-niña llevando a su pequeño hijo a la espalda. Una cancha de basquet con piso de concreto, construida por la Secretaría de Participación Comunitaria, junto a una escuela primaria sin muebles, piso de tierra y sin luz. Observando los naranjos en flor. Consumiendo abundantes raciones de sopa, arroz, frijol, carne seca al carbón, café o té y escuchando mañana, tarde y noche La Reinalda…, si la cumbia tuviera cuerpo.
Hubo tiempo para recapitular parte del viaje y recordar al vochito de la Chiltak.  En el poblado donde había quedado, un joven insurgente -que cubría su cabeza con un casco de tanquero del ESLN-, me escoltó mientras acomodaba al vocho en el lugar donde iba a permanecer. De por sí el Sub siempre nos puso una escolta. Suponía que era para que nos cuidaran de cualquier eventualidad o por simple disciplina y medida militar. Como quiera le pregunté a mi escolta por qué de tal medida: “Es que aquí hay gente mala”, respondió. ¡Ah… en las cañadas no todos son zapatistas! Sin embargo, ellos tenían el control militar del territorio. Tampoco todos eran antizapatistas.
¿Qué sigue?
III. En la Selva Lacandona
¡¡¡¡¡¡¡El Sub sin… pasamontañas!!!!!!!!
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